24 de noviembre, 2013
State of mind
Mucha agua bajo el puente y no quería
dejar pasar más tiempo antes de compartirles las últimas perlas de la aventura
que comenzó hace algunos meses y que me tiene pisando el final. El final de la
parte uno, porque se vaticina la secuela. Ojalá!
A principios de agosto terminé con la
fase residencial en la escuela. Se acabó el ir y venir esas cuadras de Colorno
y los viernes en el pub; se acabó ver las caras conocidas que ahora ya sonreían
al cruzarse; se acabó el guante de terciopelo que nos acobijó durante esos días
de duro entrenamiento para el mundo real. Y así fue que llegó el inicio del
‘stage’ (las prácticas) con un poco de ansia, algo de miedo, muchas ganas y un
menjunje de sensaciones.
No ha sido fácil despedirse de los
chicos. En la recta final descubrí personas muy lindas que me acompañaron y con
las que me reí, mucho. De cualquier manera, no es extraño para uno como yo el
sentir que justo en lo mejor de la fiesta te vienen a buscar considerando que me
tomo mi tiempo para hacer un lugar a las nuevas amistades.
En una suerte de déjà vu volví por unos días a Dubai a solucionar temas financieros.
Parece de magnate afortunado (tengo que
ir a los Emiratos Árabes por asuntos de dinero) pero, en real, era más bien
un gran incordio el todo mismo. Por suerte estaban allá los que han hecho de mi
volar una experiencia distinta a la que habría sido de no haber estado allí. No
voy a dar nombres porque no quiero que los ponchen con la cámara, sabemos que
prefieren el anonimato. Aunque cortita, la visita fue más que efectiva porque
necesitaba un poco de aire de familia, un buen abrazo, unos mates entre gente
que me conoce y quiere y el respectivo recargar baterías para lo que se venía.
Fue muy raro estar de vuelta, usar el bus de tripulante e ir de acá para allá,
conocer la dinámica del todo y estar de afuera. De cualquier forma, de allá
volví hacia Roma sin ganas de volverme: me hacía falta un poco más de ese calor
de hogar.
Procuraré no extenderme demasiado para
facilitar la lectura en tiempos de info masticada y cuasi digerida. La
intención era la de ponerlos al tanto de qué estoy haciendo, qué episodios me
viven (la realidad está algo altanera y avasallante, por momentos) y qué planes
hay para lo venidero concluida esta sinfonía.
The moment of truth
Nos repartieron, literalmente, por toda
la bota. Desde el norte más norte de Italia donde se habla un poco de alemán,
hasta el sur más sur con sus mafias y sus cannoli
rellenísimos de ricota. Lo emotivo del asunto tuvo que ver con que por vez
primera me encontré en situación de evaluación de esto que quiero hacer y con
jueces que eran los indicados para evaluar. Aquí no cuentan esos piropos de los
amigos buena onda que todo dicen que está rico, prolijo o rebien hecho. Tuve
buenas reviews y lo fascinante aún
estaba por llegar: me mandaban a la Toscana. Sí y sí, a ese lugar con el que
soñaba visitar y vivir hace tanto tiempo. En charla telefónica con madre se
dijo que quizás era una señal (escepticismo producto de los amagues jubilatorios
de la que me parió? Bueno, un decir, si es que todos sabemos que cuando las
madres se jubilan, especialmente las que vienen de la docencia, corremos los
riesgos de caer en el escepticismo, la religiosidad aguda –santito de aquí,
patrono de allá-, las artesanías tipo ‘Recuerdo de las Toninas’ con todos los
caracoles que puedan encontrarse, el crochet y los tejidos, la pintura –hora de
dar rienda suelta a ese Van Gogh que se lleva dentro y que, por falta de
tiempo, nunca salía-, la porcelana fría, etc.) y que haber esperado tanto
quizás tenga buenos resultados. Esperemos que esté en lo correcto. Crucemos
todo…!
Under the tuscan sun
Llegué a Roma justo para el 15 de agosto
a la noche. Ese día en Italia se festeja el feriado más importante del año, el
Ferragosto. Primero que ya es el mes de las vacaciones (no tan igual, pero más
o menos como un 3 de enero en Córdoba). Nadie!...y a la vez todo el mundo. Viva
el turismo. Largamos con los problemas propios de conseguir un lugar para
dormir, no tan lejos de la estación de trenes, en el que no me arrancaran la
cabeza y en el que no me recibieran las cucas. No lo logré. Dormí en el que
pude, me arrancaron los ojos y, bueh, a las cucas no las vi, pero…estaban? Como
sea, pasé la noche y no tan bien, diría.
Fue justo en el bajarme del avión de vuelta y en el encontrar este
refugio que se me desarrolló una suerte de crisis momentánea. Me sentí bastante
solo. A mi lado, ya desde el aeropuerto, estaban los que iban y venían en
grupos con amigos, con familia, con novio y novia (en algunos casos hasta los
pichichos) y verse solo, cargando el equipaje pesadísimo, buscando un lugar en
el que pasar la noche, sin recursos, sin saber siquiera si al día siguiente las
cosas iban a estar en orden fue mucho, al menos para mí, al menos en este
momento. Esa noche llegué a pensar en dejar todo y volverme a Argentina a estar
en casa, a dejarme de andar girando y establecerme. Sí, me hacía falta una
buena siesta. Me fui a comer una pizza y recibí el llamado de Iva que, cual
madre, necesitaba saber si había resuelto hospedaje y si estaba bien. Un
llamado más que reconfortante. ESE llamado. Al día siguiente desayuné al sol,
en paz, y el camino en tren me trajo, como en una película, mostrándome el
paisaje soñado de la Toscana. Como inyección, la combinación de esa telefonata y lo que veía afuera me
devolvieron la determinación para seguir.
Luego del tren Roma-Florencia-Prato
encontré la casa que me fue asignada. Un departamento en el que ya vive gente y
a la que nos sumamos dos de Alma, sólo que yo con un poquito de ventaja porque
Simone llegaba unos días más tarde.
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Izq. Una de las vistas (la peor) desde mi ventana - Der. La fachada del edificio de casa. Segundo piso, allí. |
Amplio y con una vista increíble. Las
colinas de la Toscana me miran todos los días cuando preparo el mate o me tomo
un café de mediodía. En su momento vivía Francesco, que ya se mudó, y Ludovica,
que estaba de vacaciones. Para este momento, cambiamos a Francesco por
Benedetta y a Ludovica por Tatiana (una chica que hizo el curso como yo, sólo
que antes, y que después de las prácticas en la pastelería a la que voy yo tuvo
la suerte de ser contratada. Entonces, Simone, Benedetta, Tatiana et moi.
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Tres momentos distintos del Bisenzio. Una hermosura! |
Estoy en Prato. A pasitos de Florencia
(15 minutos en tren) con chances de recorrer la región en tren muy fácilmente.
Contento, porque encontré una ciudad lo suficientemente grande y lo
suficientemente pequeña como para dejarse conocer. El centro está a unos pasos,
el Bisenzio es el río que la adorna y los prateses los que la habitan. De
mentalidad algo cerrada, pero con una vida cultural interesante. Caracterizada
y conocida por ser residencia de la industria del tejido más grande aquí y,
unido a esto, con la población de inmigrantes chinos más fuerte de la bota. 12
mil legales en 2012, decía la Wickipedia.
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La plaza del Duomo (la iglesia principal) con un detalle: la señora y sus calcetines. Placer! |
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De un lado y del otro, uno de los accesos al centro de la ciudad que, en otros tiempos, estaba amurallada. |
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Izq. Esquina del castillo (que no se ve) con la luna pintando la tarde - Der. La Piazza della Repubblica |
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Izq. Orilla del Bisenzio en el puesto de alquiler de bicis - Der. La fuente en una de las plazas donde suelo tomar café |
Aquí paseo en bici, camino por las
callecitas, recorro el centro, me tomo un café, me encuentro con gente. Es
lindo Prato. Me gusta.
She he works hard for the…money?
Me fue asignado el laboratorio (parte de
la producción de una pastelería) de Luca Mannori, el Maestro. Antes de venirme
investigué un poco acerca de su trayectoria y encontré que tiene un pasado como
bancario que dejó atrás, junto con su pasión por la batería, para iniciar, en
1987, una sociedad que levantara la heladería que tenían su abuelo y su tía y
convertirla en un bar. La apuesta fue, en su momento, ofrecer a Prato algo
distinto haciendo hincapié en el trabajo con el chocolate. Las cosas son bien
distintas hoy, pero a eso lo dejamos para un post futuro.
Inmediatamente me pusieron a trabajar y
desde entonces aquí voy. Sí quería decir que el negocio tiene hoy dos sedes:
una en Prato, la de siempre, donde está el bar con todos los productos; otra en
Agliana, un paesino a unos 15km de
aquí donde trabajo todos los días a excepción de los domingos. Este segundo
laboratorio es más bien una fábrica, por sus dimensiones y por su
funcionamiento. Hace algunos días me di cuenta de que me deprime un poco y que
siento que la magia de la pastelería se pierde, se diluye ahí. Y es que ya no
hay tiempo para enfilar un chufo de crema con pico rizado de 8mm en Agliana.
Solamente se produce en grandes cantidades y a las corridas. Entre repetitivo y
demasiado realista. En fin…
De momento voy saltando, progresivamente,
de una actividad a la otra a según del día y las expectativas de la jornada.
Peso los ingredientes para un impasto
de croissant francese, horneo las frollas pequeñitas para los fruttini, meto el acetato en los 250
anillos de mono porción, enrulo las 500 facturas para el día después o relleno
la bigné (bombas de crema) en su
inmensa variedad.
De momento siento que estoy aprendiendo.
No siempre, pero vamos, quién puede medir la ingesta de conocimiento y su real
impacto en el on-the-go? No existe.
En la parte trasera de la cabeza fantaseo con incorporar lo necesario para la
gestión de preparaciones en grandes cantidades y, una vez que sea mía (it’s mine…mine…precious!) pasar a una
pastelería sin tanto renombre, más chica, en la que aprender y disfrutar
pequeñeces que hacen al oficio.
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4 postalitas de Agliana, un paesino en el que està uno de los laboratorios en los que trabajo casi todos los dìas. |
Call forwarding busy
Entregué mi proyecto de tesina hace algunos
días. La investigación estaba dirigida a profundizar conceptos del curso y
ponerlos en juego comulgando la región que nos fue consignada con la
experiencia personal. No estoy conforme con lo que entregué porque tenía ideas
lindas y salieron muy chotas por escasez de tiempo, voluntad, sentido de la
responsabilidad…en conclusión, por mi hacer habitual. De todas formas,
entregada está y ahora me encuentro aguardando la confirmación para el examen
(tienen que aprobarla para que pueda presentarme). Lo que sigue es hacer las
pruebas de los postres que propuse para el examen final. De esto ya les contaré
en otro momento y más en detalle.
Una vez más me excuso por las ausencias,
pero emocionalmente estoy consumido y bastante sensible. Extraño, mucho, y
disfruto algunas pequeñeces otro mucho. Y aquí o allá se me hace difícil seguir
el paso a las personas que me quieren y que quieren saber de mí, y yo de ellas.
Ténganme paciencia que habrá tiempo para Skype, mates, abrazos y anécdotas.
Los veo pronto.
Ese es el deseo…
d-